El arte puede vivir sin críticos porque el arte lo hacen los artistas y de ellos es el trabajo, incluso los propios artistas podrían ser explicadores de su obra, pero la sociedad ha preferido una división del trabajo: por un lado el artista y por otro los explicadores. La sociedad piensa que el arte se entiende mejor así, separando al teórico del práctico. Habría que diferenciar, por otro lado, entre crítico y teórico: el teórico está en un nivel distinto, no necesariamente superior, es un profesor de universidad, un historiador que se plantea grandes temas, de la estética y de la filosofía. El crítico está más al día, viaja, ve exposiciones constantemente e informa de lo que ocurre, de lo que se está haciendo en este momento. Es un periodista especializado. Un teórico puede ser un buen crítico, pero muchas veces no es así. Podemos preguntarnos, ¿por qué un artista lo tiene difícil para ser crítico? Pues porque el crítico tiene una base teórica muy amplia: filosofía, estética, historia; hoy día hay que conocer sociología, política... Es un trabajo enciclopédico. Para estar al tanto del arte de una época hay que estar al tanto de muchísimas facetas de la realidad en la que este arte se desarrolla. Por eso el artista no puede hacerlo. Esto no quiere decir que no haya artistas que puedan asumir las dos funciones.
Y ¿qué se e puede exigir al crítico de arte? La critica actual, al menos la que yo conozco en España, es demasiado densa. ¿Para quién se escribe la crítica? Se escribe para un público medio, de cierto nivel cultural pero no especializado, y por lo tanto la crítica debe ir dirigida a estas personas, y no sólo a los expertos, que son una minoría. La crítica debería ser más llana, los críticos debería bajarse un poco de su peana. A veces, la crítica es poco clara, con vocablos poco claros. Por ejemplo cuando un crítico habla de gesto, de informa, los especializados sabemos a lo que se refiere, ¿pero lo sabe una persona media, inteligente? Yo creo que no. Éste es el problema: que escriben cosas que la mayoría no comprende. Yo mismo no entiendo siempre todo lo que leo en una crítica.
Después del arte conceptual, los conceptos se han hecho materia de arte. El crítico o teórico podía subir de nivel y convertirse en creador. También esto se da en los comisarios: se habla mucho de que los comisarios se acercan a un nivel superior, de que son realmente creadores. Después de Duchamp esto puede ser perfectamente admitido y defendido. Y todo esto hace que entre el mundo de la teoría y el de la creación la división no esté tan clara.
La realidad es que el mundo del arte hoy es muy conceptual y el artista debe mostrar no sólo su obra, sino también sus conceptos. A veces parece que el arte es sólo un ejemplo de la teoría o del pensamiento del artista. El arte se hace social, étnico, político, en fin, un arte que es una metáfora del concepto.
En cuanto al crítico español, ha habido una generación de críticos, algunos muy conocidos y con mucho poder, que en algún momento se pararon. Cuando el arte dejó de tener un objeto que mostrar, cuando empezó el arte no material, estos críticos empezaron a pisar blando y han insistido en su poder y en no querer ceder ante el peso de la historia, de la evolución. Y no sólo críticos, también ha ocurrido en comisarios, directores de museos, etc. Felizmente se impone la historia y ha aparecido una generación joven que está en otro plano. Estamos en un momento especialmente difícil para la crítica porque el arte se está haciendo no objetual, teórico y conceptual: creo que el arte está llegando a sus límites. Todo el siglo XX ha sido una lucha por traspasar los límites que el arte tiene: se llega al límite en el arte del cuerpo, al límite geográfico o espacial con el land art y sus derivados, la calle inunda la galería, la escultura está en las grandes instalaciones industriales, etc.,etc., y sospecho que, una vez sobrepasados estos límites, el arte terminará. Es un momento muy difícil por tanto para el arte y para la crítica del mismo.
Como pintor, me doy cuenta de que cada día los críticos entienden menos la pintura, precisamente por todas estas circunstancias a las que me he referido, el crítico se preocupa más por la funcionalidad del arte: lo que quiere es tener conceptos claros, quiere saber para qué sirve la obra de arte. Y esto queda lejos de la materialidad de la pintura. Me doy cuenta de que críticos buenos no saben ver la pintura. Quizá se está arrinconando porque la visión de la pintura no interesa ya como lenguaje, quizá interesan lenguajes más explícitos, más didácticos.
Para terminar, diría que se debe revisar la crítica de periódico y que los críticos deberían hacer un examen de funcionalidad: preguntarse “¿para quién escribo yo?” y hacer un acto de humildad y hablar para los lectores del periódico. Mucha gente, inteligente, preparada, no expertos en la materia, pasa las páginas de arte sin mirarlas porque saben que allí no hay nada para ellos, y en cambio es el público esencial de nuestras exposiciones.
El Cultural.es