8 de julio de 2008

LA ISLA [Clemente Padín en AMORIR]


LA ISLA

Instalación cum Performance de Clemente Padín en A MORIR, Sábado 12 de Julio, 2008, de 13 a 18 hs., en Durazno 1499 esq. Martínez Trueba

Almuerzo: Guiso Carcelario

LA ISLA en tanto instrumento de control de la sociedad carcelaria. El castigo que nos espera si no se cumplen las reglas y normas. Marcar el paso. Al parecer todo agrupamiento social exige de leyes para su funcionamiento, es decir, exige una conducta adecuada que autorice el buen desempeño del sistema económico determinante. Todo lo que impida el “normal” ejercicio de las piezas del sistema está condenado al castigo.

Por ello cuando el sistema quiebra, debido a las causas que fueran, se habla de “revolución”, es decir, de la instauración de nuevas normas y procedimientos, de nuevas leyes o “reglas de juego”. Por ello los sistemas suelen establecer mecanismos de control que aseguran la preservación y continuidad de sus procesos. Estos mecanismos, a nivel socio – económico ya fueron estudiados en los 60s. por Althusser, en aquellos libros clásicos que, sin duda, hemos ojeado en nuestras lecturas juveniles.

El tema no es la discusión de si tales leyes son necesarias o no (ello nos retrotraería a mucho tiempo atrás). El tema es cómo se imponen en la sociedad, si por convencimiento o por compulsión. Si es por convicción exige que las leyes sean discutidas y que cada miembro de la sociedad las acepte convencido de su condición necesaria para poder vivir en sociedad, sin los desbordes de nuestra naturaleza animal.

Así, por su rendimiento y competencia, la coacción que ejerce el castigo por el incumplimiento de las leyes o costumbres es la vía aceptada por casi todas las sociedades. Así, cada miembro de la comunidad, va sufriendo, sucesivamente, la influencia de su familia, el barrio, la escuela, la religión, las normas sociales, el Estado, etc. Los transgresores se le castiga directamente y se les recluye en la cárcel. De tal manera se intenta controlar la conducta de los miembros de la comunidad a través de la coacción y el autoritarismo. Y, cuando falla la ley, la propia sociedad suele imponer sus castigos, cruentos o incruentos.

El penal es una pequeña sociedad que reproduce, palmo a palmo, a la macro sociedad. El poder ejercido por los militares con su cadena de mandos es tan arbitrario como el de las clases adineradas en la nuestra aunque, en ambos casos, la legitimidad del ejercicio del poder devenga del Estado. Las leyes que intentan asegurar el cumplimiento de los plazos de reclusión impuestos por los jueces militares son similares a las de nuestro Código Penal. Y, también, lo son los mecanismos de control dentro de los cuales, LA ISLA, fue la estrella indiscutible del Penal de Libertad, destinado a los presos políticos durante la dictadura cívico-militar en el Uruguay. Este instrumento asegura, en un tiempo mínimo, el mayor de los castigos, tanto físico como psicológico: el aislamiento total, la noche de los tiempos, el silencio de la muerte, la confusión temporal y el desorden espacial propios de la locura, el frío de la soledad, la pérdida del yo…Pero, por sobre todo enseña a “marcar el paso” a los internados, a aceptar y cumplir las reglas arbitrarias que imponía el poder, en aquel caso, de los militares. Hoy día...

Clemente Padin