20 de junio de 2006
Demasiada dispersión
Con una batería teórica cargada de lecturas estéticas variopintas y de actualidad, que se entrecruzan y solapan, sin ilustrar, es decir, sin dar luz al entendimiento del lector, el curador Rulfo vuelve a arremeter (sin el atractivo parcial de Márgenes. Salón de los rechazados) con la impetuosa intencionalidad de contribuir a la confusión general, un rasgo propio de su admirado Marcel Duchamp.
Dispersiones (Cabildo de Montevideo) reúne artistas uruguayos de diferentes generaciones que transitan por lenguajes altamente codificados (pintura) y las nuevas hipótesis de investigación. Si hay una sala capaz de anular cualquier intento de montaje innovador, sin tener los medios adecuados y suficientes, esa es el Cabildo. Su estructura arquitectónica es impositiva. Hay que saber dominar ese espacio interior. No sucedió así. Desde el vamos, a la entrada, los auriculares no funcionan, obras en parte sustraídas (Alejandra del Castillo) y una iluminación que aplasta y neutraliza el diálogo entre las obras, sin un nexo visible entre ellas. Una sucesión de acumulaciones que, en solitario, tienen interés (los sensibles dibujos de Juliana Rosales, el ensayo ornitológico de Mercedes Bustelo y Gustavo Tabares, reflexión de impecable presentación, el emotivo Servicio de acompañantes de Diego Focaccio, Narciso de Sergio Porro en ascendente dominio técnico expresivo), aunque otros nombres, impulsando interesantes ideas (Alejandro Turell, perdido en su refinada condición o el exceso de Cristina Casabó, era suficiente la mujer florero). Los textos de Rulfo, plagados de retórica estética y estereotipado vocabulario (una manía que infecta a todos los curadores uruguayos olvidando que lo menos es más o simplemente repasar Borges) terminan por alejar al espectador de esta elegante frustración con el gesto definitivo de nunca más.
Nelson Di Maggio
Lunes, 05 de junio, 2006 - AÑO 7 - Nº2210